La felicidad es un bien esencial al corazón humano, un anhelo constante que está vinculado a modo de causa y efecto con el deseo de autorrealización personal.
Sin embargo, las personas podemos quedar enredadas en las palabras y no alcanzar el plano de la realidad. Así ocurre cuando no vamos más allá del concepto de felicidad que es demasiado general y abstracto.
La verdadera felicidad es aquella que se concreta en objetivos específicos y realizables: ¿Qué es aquello que te hace feliz?
Esta pregunta requiere de un tiempo de reflexión puesto que aquellas cuestiones que te implican como protagonista de tu propia historia requieren de una dosis de prudencia y paciencia. Existen personas que inician un proceso de coaching porque se sienten desorientadas en relación con aquello que de verdad desean hacer en su vida. Existen personas que son conscientes de que su estilo de vida presente no les satisface, sin embargo, no tienen clara una posible alternativa.
Una vez que hayas concretado qué objetivos son aquellos que realmente suman felicidad a tu vida puedes reflexionar de un modo más profundo si realmente estás invirtiendo tu vida en estos motivos de ilusión o tu camino actualmente te lleva a una dirección opuesta. Aunque podemos cometer el error de dejarnos arrastrar por la corriente de la prisa, siempre estamos a tiempo de modificar nuestros pasos, cambiar de opìnión y rectificar para reorientar nuestro rumbo hacia la verdadera felicidad.
El tiempo es un ingrediente muy importante de felicidad porque hace posible desde el contexto temporal que algo suceda. Sin embargo, para que estas condiciones ideales sean factibles a día de hoy, es indispensable que la persona lleve a cabo una buena gestión del tiempo de acuerdo a las prioridades personales.
Para ello, conviene tomar conciencia de que cada día que pasa sin haberlo saboreado de verdad, ya no vuelve. Y además, aquello que de verdad pesa en el corazón no son los fracasos sino el peso de la duda de no saber qué hubiese pasado en caso de intentar luchar por un sueño. La imposibilidad de retroceder en el tiempo debería ser un aliciente vital para transformar los anhelos en motivos para la acción.
Para ser feliz es indispensable poner una atención plena al presente para estar conectado con el ahora a través de la presencia emocional. No todas las decisiones que tomamos para ser más felices resultan cómodas, sin embargo, la comodidad no siempre es sinónimo de felicidad como muestra el ejemplo de aquellas personas que están estancadas en un punto determinado porque prefieren la seguridad de lo conocido frente a la incertidumbre de aquello que está fuera de la zona de confort.
¿Qué actitud debe de tener una persona para dar la bienvenida a la felicidad? Conviene no asumir un rol pasivo sino activo en la construcción de la propia alegría personal que es fruto de la toma de decisiones y no tanto, del azar de los resultados externos. Claro que el azar influye en nuestra vida, sin embargo, la fuerza de voluntad es más fuerte que cualquier circunstancia porque incluso cuando el sujeto siente que no puede hacer nada para influir en una realidad concreta, sí puede hacerlo. Todo ser humano es libre para modificar su actitud.
Precisamente, uno de los ingredientes más importantes para ser feliz es asumir plenamente esta libertad sin poner excusas del tipo: «no puedo lograrlo», «no tengo tiempo para luchar por ello», «no merece la pena intentarlo», «voy a fracasar». Excusas que en ocasiones una persona puede darse a sí misma, precisamente, porque el vértigo de la libertad también es una realidad emocional que pone al ser humano en contacto con su verdadero potencial pero también, con la posibilidad del error. ¿Cuál es el vértigo de la libertad? La toma de conciencia de asumir que nadie más que nosotros mismos podemos hacernos felices de verdad.
Vivir es aprender cada día algo nuevo. En el contexto académico se pone una atención excesiva en el plano teórico, sin embargo, en la escuela de la vida, todo alumno debe de marcarse el objetivo vital de aprender a ser feliz a partir de su experiencia, ya que las vivencias prácticas son una lección constante siempre que la persona reflexiona y extrae sus propias conclusiones: ¿Qué es aquello que te hace feliz? ¿Qué vas a hacer para lograrlo?
Sören Kierkegaard afirma: «La puerta de la felicidad se abre hacia dentro, hay que retirarse un poco para abrirla: si uno la empuja, la cierra cada vez más». Por fortuna, aunque hayamos cerrado la puerta de la felicidad en muchas ocasiones, siempre estamos a tiempo de volver a abrirla. Tu puerta de la felicidad está allí, esperándote para darte la bienvenida.