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¿Qué es el síndrome del impostor y cómo identificarlo? Una persona puede lograr objetivos valiosos y, a pesar de ello, no sentirse cómoda con las metas cumplidas. Desde esta perspectiva, surgen distintas creencias limitantes en torno al éxito. Por ejemplo, el profesional relativiza sus méritos y, por tanto, desmerece su propio talento. El modo en el que un ser humano es percibido por alguien externo puede ser muy diferente de la forma en la que se analiza a sí mismo.

Algunas historias de éxito muestran un esquema repetido. A pesar de los triunfos alcanzados, el profesional vive con la sensación de que en algún momento será descubierto en un error importante. Es decir, teme no estar preparado para afrontar nuevos retos y desafíos.

Efectos negativos del autoboicot

El síndrome del impostor muestra una forma de autoboicot. A lo largo del tiempo, una persona puede afrontar distintos obstáculos que están motivados por factores externos. Es decir, están relacionados con circunstancias cambiantes y variables. Pero las contradicciones también se encuentran en uno mismo. Así ocurre cuando una persona quiere lograr una meta, pero no se da la oportunidad de conquistar ese sueño. Quizá anheles algo con fuerza y, sin embargo, pospones esa iniciativa por razones que, en realidad, son excusas.

Tal vez exista una gran distancia entre aquello que quieres en la teoría y cómo actúas en la práctica. Una distancia que también puede manifestarse entre la apariencia y el ser. Quizá la imagen que alguien intenta proyectar a nivel exterior no esté alineada con su verdadera realidad interior. El síndrome del impostor y el autoboicot son un reflejo de las contradicciones que experimenta el ser humano a lo largo de la vida.

¿Qué sucede cuando alguien no reconoce de forma objetiva sus propios méritos?

Tiene dificultades para recibir de forma asertiva un elogio, una caricia positiva o una felicitación. Cuando esta situación se prolonga en el tiempo, aumenta el nivel de sufrimiento en quien convive con una tensión frecuente. Como consecuencia de ello, no solo puede suceder que alguien no disfrute plenamente de la labor que realiza. Es probable que también posponga proyectos o evite algunas situaciones.

La sociedad actual es muy competitiva y puede ocurrir que el nivel de exigencia personal sea excesivo. Desde este perfeccionismo, ningún logro parece realmente relevante para quien se fija más en sus errores que en sus aciertos. Para celebrar de forma consciente los grandes objetivos, previamente, conviene cultivar el arte de poner en valor los pasos más pequeños. Este es un aprendizaje que, en ocasiones, está vinculado a un proceso de coaching.

Todo ser humano posee fortalezas y debilidades, sin embargo, quien sufre el síndrome del impostor atribuye a la suerte los acontecimientos positivos que han ocurrido en su carrera. Es decir, no valora de forma objetiva su implicación, su constancia o su talento.

Desde este punto de vista, crece la tendencia hacia la comparación. El talento de los demás parece infinito. Las capacidades propias, por el contrario, pasan más desapercibidas.

¿Por qué un proceso de coaching puede ayudar a quien sufre el síndrome del impostor?

Porque el primer paso para superarlo es identificar las creencias limitantes que se repiten en un diálogo interno que está condicionado por el miedo. Miedo a no ser lo suficientemente valioso, miedo a no estar a la altura de las expectativas ajenas o miedo al fracaso. Y, mientras pone el foco de atención en los resultados, la persona no disfruta verdaderamente del proceso.

Conviene recordar que los éxitos, al igual que los objetivos no cumplidos, no definen a un ser humano. Pero nos sentimos profundamente frágiles cuando nos identificamos con resultados positivos o negativos que, en última instancia, son cambiantes y temporales. Es decir, cuando creemos que esos éxitos o fracasos lo dicen absolutamente todo de nosotros mismos.

Además, un fracaso no es definitivo. Siempre existe la posibilidad de volver a intentarlo. Sin embargo, aquel que sufre el síndrome del impostor intenta evitar el riesgo de error ante el temor de sentirse descubierto en su vulnerabilidad.

Cualquier escenario de cambio personal o profesional requiere de un proceso de adaptación. En la etapa inicial de un nuevo camino, es posible sentir una mayor incomodidad ante un escenario diferente. Pero, con el paso del tiempo, ese escenario tan novedoso pasa a ser familiar y cercano. La inseguridad sigue acompañando más allá de ese contexto a quien, como consecuencia del síndrome del fraude, se siente como si estuviese engañando a los demás en algún aspecto importante.

 

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