Finalizado el Curso de Especialista en Mindful Coaching en Crearte Coaching, la idea de relacionar las actitudes de Mindfulness y la práctica musical me parece algo digno de ser tenido en cuenta y profundizado, ya que creo firmemente que la música, como vocación y como profesión, está íntimamente relacionada con el desarrollo personal de quienes la cultivamos.

La respuesta a “¿qué es Mindfulness?” que nos propone Jon Kabat-Zinn parece diseñada especialmente para describir una sesión de estudio musical o la audición de una pieza musical: “La conciencia que surge al prestar una atención deliberada, en el momento presente y sin juzgar”.

Los músicos tendemos a ser muy críticos ante la audición de una interpretación ajena (cuando escuchamos) y ante nosotros mismos al evaluar nuestros resultados, tanto en la sala de estudio como en escena.

Con la práctica de Mindfulness veo cómo se abre una puerta al no-juicio, aceptando lo que me llega de manera neutra y, por tanto, teniendo la posibilidad de cambiarlo si lo deseo, pero no desde la evaluación crítica, sino desde la creación de un proceso consciente de mejora.

Me gustaría hacer una breve reflexión de cada una de las actitudes de Mindfulness y de cómo podrían aplicarse a la práctica o a la enseñanza musical.

MENTE DE PRINCIPIANTE

El estudio de la música se ha presentado a menudo como rígido y dogmático. Sin embargo, la música es todo lo contrario, sin despreciar, por supuesto, todas las bases teóricas donde se sustenta, y que es importantísimo conocer y dominar.

Quizá el aura de especialización de la música ayude a creer que ese dogmatismo es verdadero e imprescindible. Pero lo que es válido en la vida en general, lo es también para la música, ya que ésta forma parte de aquélla.

Desde el primer momento, esta actitud de Mindfulness me recordó a una recomendación de un Maestro que escuché hace ya años en un curso: “Toca siempre como si fuera la primera vez”. Me sorprendió tanto este enfoque, que lo fui aplicando a mi propia práctica.

Cada día nos levantamos de distinta manera, diferente nivel de energía, estado de ánimo, expectativas… ¿por qué, pues, hacerlo todo como ayer? ¿por qué no hacer uso de esta mente de principiante para verlo todo renovado cada día desde la perspectiva del presente y no desde la perspectiva del pasado?

En esto, el Mindfulness puede ayudarnos tantísimo en la práctica musical, tanto en el estudio personal como en la interpretación, así como en la enseñanza y también, cómo no, en el aprendizaje.

NO JUICIO

Los músicos abusamos del juicio. Nos criticamos y enjuiciamos a nosotros mismos y al resto.

Pero en cuanto ponemos en marcha nuestra mente de principiante, el juicio va perdiendo valor, ya que perdemos la referencia y por tanto la comparación. Cuando no enjuiciamos, podemos discernir. Esto es totalmente válido para la música.

¿Cómo mejoraremos entonces nuestra interpretación? Como decía más arriba, el Mindfulness abre una puerta a ese no-juicio, aceptando lo que me llega de manera neutra y, por tanto, tengo la posibilidad de cambiarlo desde la creación de un proceso consciente de mejora y no desde crítica destructiva o la exigencia ciega.

ACEPTACIÓN

Cuando no juzgo, puedo aceptar lo que tengo delante. Ello me abre a un gran número de posibilidades. Y puedo elegir cuál de ellas me conviene en cada momento. Puedo discernir.

En el caso de la práctica musical, puedo crear de manera consciente un plan de acción para mejorar tal o cual destreza técnica, o superar tal o cual dificultad de la partitura, o encontrar el movimiento más adecuado para tal o cual pasaje. Aceptar dónde estoy ahora es el primer paso para avanzar en la dirección deseada.

Cuando me centro en el proceso de aprendizaje, me desentiendo de algún modo del resultado. Éste vendrá, pues surgirá del proceso de manera natural.

DEJAR IR

Cuando trabajamos una obra musical, en realidad enfrentamos un proceso de cambio. Por una parte, hay un cambio interno, de conocimiento de la partitura que tenemos delante, de profundización intelectual, por así decirlo; por otra parte, también hay cambios físicos: nuestro cuerpo se va adaptando al instrumento para encontrar la mejor manera de traducir esos movimientos en sonido; ese sonido, va cambiando también a medida que trabajamos sobre la música, lo cual implica lectura, comprensión, interiorización, atención al cuerpo, movimiento, escucha…

Siempre que intentamos “saltarnos un paso”, sin dejar que el trabajo siga su curso, no estamos confiando en el proceso. Siempre que nos enfadamos porque algo no sale cuando nosotros queremos, estamos creando una resistencia.

Centrarnos en el proceso y desapegarnos del resultado es aceptar lo que es, dejar ir las expectativas y confiar.

CONFIANZA

La confianza en uno mismo, en el profesor, en el proceso… Esta actitud de Mindfulness es aplicable a cualquier faceta de la práctica musical.

Confiar tiene que ver con dejar de controlar. También tiene que ver con discernir qué está bajo nuestro control y qué no. Confianza implica seguir nuestra intuición. Soltar. Saber que todo vendrá en el momento preciso.

PACIENCIA

Cuando cultivamos un arte, como la música, es importante ser consciente de que cada cosa necesita su propio tiempo para desarrollarse. Cada persona tiene un “tiempo propio”.

A veces nos da la sensación de que las cosas no vienen cuando tienen que venir. Cultivar la paciencia, a través de la presencia, en Mindfulness, nos ayuda a aceptar los tiempos de lo que (nos) va ocurriendo.

NO ESFUERZO

Por décadas se ha relacionado el estudio de la música con una lucha, un esfuerzo titánico que sólo pueden llevar a cabo unos pocos elegidos. Cada vez más nos vamos dando cuenta de que no es así.

Sin negar que hay personas especialmente dotadas para la música y que alcanzan cotas de calidad a edades muy tempranas, lo normal es que el aprendizaje musical se dé a través de años de dedicación.

Vivir un proceso de aprendizaje que nos sea natural, fácil (lo cual no está reñido con la disciplina) es encontrar un camino de desarrollo amable y respetuoso con uno mismo. El Mindfulness, estoy segura, nos puede ayudar a construir este camino.

No esforzarse no es abandonarse, en el sentido de que no nos importe nada, sino muy al contrario: es optar por el camino de la facilidad, del amor al proceso, del desapego del resultado, de la confianza en nosotros mismos… es optar por la certeza de que el trabajo bien encauzado viene seguido del resultado óptimo.

Durante el curso MBCT, además, relacionamos la práctica informal del “no esfuerzo” con la práctica formal del “silencio”.

En el estudio de la música el silencio ocupa una dimensión muy especial. Decimos que la música surge de ahí y se funde ahí también precisamente: en el silencio. Además, dentro de una obra musical, los silencios cobran un significado expresivo importantísimo: pueden ser silencios para relajar la tensión, silencios que mantienen o incrementan la tensión, silencios que resaltan los sonidos a los que rodean o al contrario, silencios que amortiguan los sonidos a los que rodean. Hay una fineza especial en la percepción del silencio antes y después de la música y unos matices especiales en las pausas o silencios que la música misma contiene.

Por ello esta práctica de Mindfulness me parece extremadamente especial.

GENEROSIDAD

Hacer música es, en última instancia, un acto de generosidad: horas de dedicación dan vida a una composición que se ofrece al público durante unos pocos minutos.

El músico en el escenario da, pero también recibe, generándose una comunicación especial con el oyente.

El público ve al intérprete y recibe su energía, en forma de sonido y presencia. El intérprete puede sentir la energía de los oyentes de una manera muy clara, y en el concierto, se produce un intercambio muy especial entre el escenario y el público.

A menudo, en el mundo de la música existe ese miedo escénico que, en parte, es miedo a ser evaluado. Quizá sería interesante cambiar el enfoque de “me van a escuchar, me van a ver, me van a evaluar” por el de “voy a ofrecer esta música de manera personal de la manera en la que puedo hacerlo ahora”.

Poner el acto de generosidad y de entrega ante todo. El público aplaude, responde con su actitud y su energía. Damos, luego recibimos.

GRATITUD

A menudo, en la música, estamos demasiado acostumbrados a enfocarnos en lo que todavía no podemos hacer, al repertorio que todavía no podemos tocar, a las destrezas técnicas que todavía no hemos adquirido, al disco que todavía no hemos grabado… en lugar de enfocarnos en los pasos dados, los hitos conseguidos…

Quizá los músicos podríamos agradecer la suerte que tenemos de dedicarnos la música, a cultivar un arte que nos ayuda a revisar el pasado, traerlo al presente, a recordarnos la belleza, a mover sentimientos y provocar emociones.

Para mi, agradecer es como hacer recuento de las experiencias vividas, tanto de aquellas que percibimos como positivas como de aquellas que percibimos como negativas, porque ambas nos han ayudado a avanzar hasta donde estamos ahora.

A partir de este esbozo, quisiera atender a estas actitudes e integrarlas en mi día a día personal y profesional, devolviendo, con agradecimiento, al mundo, los aprendizajes que me ha otorgado.

Cecilia Serra Bargalló

www.ceciliaserra.com

 

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