En casa contamos con una pequeña familia perruna, Candy, la última en llegar, es una abuelita que encontramos en el campo huyendo de la mala vida junto a un cazador. Candy duerme, fundamentalmente, y unas cuantas veces al día posa su cabeza sobre tu mano para que la acaricies. Con cada caricia se va enroscando más y más sobre sí misma, como atesorando cada una de ellas en un lugar profundo, cerca de su corazón, en plena gratitud y confianza.
Jueves es el joven de la manada, adoptado de una persona que no tenía tiempo para él. En sus 7 años de vida ha sido operado de manos y caderas, ha pasado cuatro anestesias generales y cuatro postoperatorios con inmovilidad, aceptando cada una de las intervenciones con paciencia y confianza en los cuidados de su humana.
Jovi, de apodo “polvorilla”, con 12 años y un alma jovial y activa, es el más veterano, y ha acogido a todos en su casa, con reservas por su carácter territorial de mestizo terrier, pero también con solidaridad animal, aprendiendo a soltar la jerarquía y la territorialidad en pos de una buena convivencia.
Todos ellos tienen en común algo que cuando lo advertí, cuando fui realmente consciente de ello, me desarmó y me fascinó a partes iguales. Su mirada, su forma de mover la cola temprano en la mañana, como diciéndote “estoy aquí, contigo, ahora mismo eres lo más importante de mi mundo y por ello te ofrezco toda mi atención”. La alegría al sonar las correas para salir, la cercanía de la tierra y el dejar ir tras las largas horas nocturnas y la alegría de nuevo de saber que viene su primer CrossFit olfativo del día, prestos a enseñarme su lección: su capacidad de estar completamente presentes.
Varias han sido las ocasiones en las que me he cuestionado si yo era capaz de hacer lo mismo… y reconozco que este fue el comienzo de un descubrimiento personal sobre qué significa realmente mindfulness, el arte de estar presente, que los perros parecen dominar de forma tan natural.
Cada día, hay un ritual fascinante en nuestras salidas al campo, o al parque, cada uno, con sus energías diversas, se enfrentan a un territorio conocido como si lo descubrieran por primera vez, suelto las correas y Jueves y Jovi corren al césped, se revuelcan, olfatean cada rincón sin dejar un solo rastro sin testar, se detienen en los charcos, Jueves lo salta con elegancia, Jovi, que es paticorto, pasa por encima como el rayo… Candy camina a duras penas, olfatea aquí y allí y me mira de reojo para no perderse, si siente que se queda un poco atrás corre, maltrecha, hasta alcanzarme, pequeño saquito de huesos de amor, y a cada momento, se cruzan nuestras miradas, con esa expresión que solo los perros pueden tener, entre la devoción y la felicidad más simple, como si estuvieran diciendo “¡¿no es increíble esto que estamos viviendo en este preciso momento?!”
Este precioso momento en el que ni Jueves, ni Jovi, ni Candy se preocupan por el pasado ni anticipan el futuro, no analizan los charcos, ni juzgan los rastros de sus iguales. Solo están ahí, viviendo plenamente, con una lealtad casi sagrada al momento presente.
Cada día, esta pequeña familia perruna me enseña que la atención plena no requiere de rituales complicados. Se trata, únicamente, de estar aquí, ahora. Con mentalidad de principiante, observando y sintiendo con total consciencia lo que pasa en tu vida, en tu cuerpo, en tu mente, en todo tu ser.
Y en la integración de esta enseñanza, desde la sencillez que emana de estos animales nobles, las actitudes mindfulness se hacen tan patentes… la aceptación, la paciencia, la confianza, el no juicio, aprender a soltar… cada una de estas actitudes me parecen un recordatorio de lo que Jueves, Jovi y Candy me muestran con su ejemplo.
La aceptación me habla de abrazar las cosas tal y como son, algo que Candy hace sin esfuerzo, a pesar de su artrosis, si llueve se moja feliz, si hace sol, se tumba a disfrutarlo. Para ella no existe el clima ideal, solo el que hay.
La paciencia, otra de las actitudes mindfulness, está en cada uno de ellos, sentados a tu alrededor, con la mirada fija en tus manos que preparan su comida… no sin cierta ansiedad, si debo ser del todo sincera, pero con la total confianza de que el momento de su alimento llegará.
Aprender a soltar, es quizá la actitud a las que los humanos más nos resistimos… junto al no juicio, ambas se presentan como retos complicados de integrar en nuestro día a día, tan apegados a los resultados estamos que ¿cómo aprender a ser paciente con el otro que nos exaspera con su tempo lento? O ¿cómo aceptar los imprevistos en el trabajo? O ¿cómo asumir cuando las cosas no salen como las habíamos planeado?
¿Cómo aceptar una situación que no me gusta? ¿cómo confiar cuando todo parece incierto?… respira. Solo siéntate y respira. Acepta lo que está aquí. Haz lo que puedas, paso a paso, poco a poco. Solo siéntate y respira. En atención plena y concentración profunda en tu respiración, que es tu ancla vital. La respiración, este lugar seguro al que volver cuando la mente se agita y aparecen la frustración, y la red neuronal por defecto se activa y arranca el diálogo interno para anticiparse y decirte todo lo que tienes pendiente y todo lo que hiciste regular.
Solo siéntate y respira. Cierra los ojos, y si convives con un perro o un gato, tráelo a tu mente, y agradece cada momento que pasa a tu lado para enseñarte la profunda lección de ser leal al eterno presente. Trae a tu mente a todos los seres que te rodean y que te aportan y enseñan con su sola presencia, con su lealtad inquebrantable al momento presente. Y permítete mirar la vida desde este nuevo prisma, sostenido por la aceptación radical, por la confianza y la paciencia, por el reto de dejar ir y no juzgar, sin forzar, desde la gratitud más profunda y cultivando esa mente de principiante que te permita vivir cada momento, abrir tus ojos y exclamar “¡¿no es increíble esto que estamos viviendo en este preciso momento?!”
Todos llevamos dentro esta posibilidad vital de recordarnos que no hay mejor lugar para estar que aquí y ahora, recorriendo este camino introspectivo que implica vivir, y en el que desde hace un tiempo siento que Mindfulness es la mejor respuesta a estas inspiradoras palabras de Mary Oliver “Dime, ¿qué piensas hacer con tu única, salvaje y preciosa vida?”. Siéntate, respira, y deja que las respuestas te encuentren en la quietud y el silencio.
Ana Sánchez de la Morena Ruiz · Mindful Coach, Guía de Meditación MET, Terapeuta Floral Bach Practicioner y Florista consciente.
Acompaño procesos de autoconocimiento y crecimiento personal a través de una mirada consciente y en conexión con la naturaleza