Diciembre llama a tu puerta repleto de posibilidades para seguir creciendo.
Y, aunque el pasado mes te adelanté que hoy hablaríamos de la gratitud, vamos a esperar a cerrar el año para agradecer todos los aprendizajes. Por el momento, he decidido regalarte dos nuevas actitudes Mindfulness: amabilidad y compasión.
La llegada de la Navidad suele venir cargada de mucho ajetreo. Organizar encuentros, viajes, recibir o visitar a la familia, comprar regalos, preparar comidas, etc. Y, todo esto, podemos vivirlo como un regalo o como una tortura.
En cualquier caso, solemos dirigimos nuestra mirada y, por tanto, nuestra energía, más hacia fuera que hacia dentro. Con lo que al final, acabamos pagando la factura de desconectar de nuestras propias necesidades.
Es por esto que, en estas fechas tan especiales, te propongo practicar la auto amabilidad.
¿Qué es la amabilidad hacia uno mismo?
Nuestra supervivencia no solo depende del instinto de lucha o de huida. También del de «cuidar y fraternizar». En momentos de peligro, los animales que protegen a sus cachorros tienen más posibilidades de sobrevivir y de transmitir sus genes a la siguiente generación. «Cuidar» tiene una clara función adaptativa.
Por ello los mamíferos nacemos con lo que llamamos un «sistema de apego». Un conjunto de comportamientos que nos permiten establecer vínculos emocionales sólidos entre cuidadores y crías. La capacidad de sentir afecto y conexión forma parte de nuestra naturaleza biológica. Tu cerebro está diseñado para cuidar.
Si los niños reciben apoyo y consuelo de sus padres, aprenden a confiar en si mismos. Sienten que el mundo es un lugar seguro y que pueden recurrir a ellos cuando lo necesitan. Sin embargo, muchas veces no se han dado las condiciones idóneas para desarrollar ese «apego seguro». Aprendimos que no se puede confiar ni depender de los demás. Lo que nos llevó a no sentirnos dignos de amor.
El poder de la amabilidad o bondad hacia uno mismo no es solo una idea. Es algo muy real. Cuando calmamos nuestro propio dolor apelamos a nuestro «sistema de apego» liberando oxitocina. Esta hormona del amor y el vínculo reduce el temor y la ansiedad contrarrestando el aumento de la presión sanguínea y del cortisol asociado al estrés. Por lo que la amabilidad hacia uno mismo es un poderoso desencadenante de oxitocina.
Eres amable contigo cuando te ofreces consuelo tal y como harías con un ser querido que está pasándolo mal. Cuando te ofreces comprensión. Dejas de juzgarte y de emitir comentarios internos negativos. Al empatizar con tus puntos débiles y abrazarte con tus errores, en lugar de condenarte por ellos.
Dentro de cada persona hay un crítico capaz de decirse cosas mezquinas en un tono hostil. Y también hay una parte comprensiva que posee la capacidad de calmarnos con comentarios de aceptación en un tono cálido y amoroso. Ser amable contigo implica alimentar esta voz.
Cuando te enfrentas a tu imperfección puedes hacerlo de una forma bondadosa o crítica. A partir de ahora te propongo preguntarte: ¿cómo puedo cuidarme y consolarme en este momento?
Quizá no siempre puedas detener los pensamientos críticos, pero no necesitas alimentarlos. Si cuando observas tu autocrítica traes delicadeza y comprensión, su fuerza se irá disolviendo a medida que la privas del sustento que necesita para sobrevivir.
Practicar la amabilidad hacia uno mismo
Aunque todos necesitamos a los demás, ¿quién puede saber mejor que tú cómo te sientes?, ¿quién mejor que tú sabe lo que necesitas?, ¿quién está contigo las veinticuatro horas del día los siete días de la semana para darte cariño?
Para practicar la amabilidad de forma consciente durante este mes, te propongo lo siguiente:
- Cuando descubras que te estás hablando con dureza, observa tu diálogo crítico para comenzar a cambiarlo por un lenguaje empático. Te sugiero cuatro sencillas preguntas para prestar atención a lo que necesitas suavizando esa voz autocrítica y tratándote con amabilidad:
- ¿Qué estoy observando?
- ¿Qué siento?
- ¿Qué necesito ahora mismo?
- ¿Cómo puedo comenzar a dármelo?
- Escribe algunas frases bondadosas en unas tarjetas. Por ejemplo: «me siento …. y no pasa nada por sentirme así», «si un amigo estuviese en mi lugar, lo aceptaría sin más», «en este momento difícil elijo darme el cariño que necesito». Ten tus tarjetas a mano, y léelas varias veces al día durante este mes, además de acudir a ellas cuando sientas que lo necesitas.
- Elige una libreta que te guste y regálate un rato al final del día para recoger tus reflexiones a las siguientes preguntas:
- ¿Qué he hecho hoy por o para mi?
- ¿De qué he gozado hoy?
- ¿Qué he aprendido?
- ¿En qué estoy progresando?
Y recuerda que para profundizar en tu práctica de Mindfulness e incrementar tu bienestar, puedes regalarte nuestro próximo curso de Gestión del Estrés Basada en Mindfulness (MBSR). Descúbrelo AQUÍ. Estaré encantada de acompañarte.
Te espero a finales de diciembre para seguir cultivando una vida Mindful.
Un abrazo consciente y buena práctica.