De cómo el Coaching me estaba esperando.
Me sentaba en un pupitre verde de un aula del colegio las Salesianas de Madrid, con mi baby de rayas blancas y rosas y la trenza que me hacía mi madre, cuando Sor Francis dijo que se hizo monja al escuchar la llamada. Ese día salí de clase preocupada. No quería escuchar la llamada. ¿Imaginas tener que hacerme monja?
Recuerdo que me iba a dormir pensando: ¡por favor, que no escuche la llamada!
De niña quise ser presidenta del gobierno, bombera, periodista, misionera, profesora, abogada de pleitos pobres. A los diecisiete comencé la carrera de derecho con la intención de defender la justicia y dar voz a quienes no la tenían. ¡Había tanto por hacer! A los veintidós entré de abogada en un despacho de paredes verdes, como el pupitre. Y llegó mi primer gran bofetón profesional. Descubrí que la justicia y derecho no tenían nada que ver. ¿Lo sabías ya? Quizá tú sí. Yo, lo descubrí entonces.
Año y medio después, comenzaba a trabajar en recursos humanos. Quería contribuir y sentirme coherente. Sin embargo, me perdí. Empecé a hacer lo que se esperaba. Y me olvidé de mí. De la buscadora.
Fueron quince años de muchos aprendizajes. Pasé por un par de empresas y ocupé diferentes posiciones. Cada vez sentía la búsqueda más lejana. Buscaba en el lugar equivocado. La verdadera búsqueda era hacia dentro. Esto tardé en descubrirlo.
Un día, también sentada en una mesa, en un restaurante, mi compañero Albert, me preguntó: ¿para qué sigues en esta empresa? Le respondí: para nada. Si hasta él sabía que yo ya no pintaba nada allí ¿por qué me seguía aferrando? Miedo a equivocarme, no tener éxito, fracasar, no ser suficientemente buena, al que dirán. Quizá, alguno de estos miedos te haya visitado alguna vez.
La buscadora seguía ahí. Nunca me abandonó. Y elegí vivir, no sobrevivir. Mirar hacia dentro para encontrarme. Acompañar a otros a encontrarse. Esa era mi llamada. Esa que a Sor Francis le llevó a hacerse monja, y a mí a convertirme en Coach.
Esa llamada que tanto me preocupaba de niña, es hoy mi modo de contribuir a crear ese mundo mejor. Sigo siendo la buscadora. La que disfruta compartiendo lo que encuentra. La que ha descubierto en el servicio el vicio de Ser. Esto me ha traído hasta aquí y espero tener la oportunidad de compartir mucho más mientras continúo creciendo.
Como escribió Kavafis en su “Viaje a Ítaca”, os deseo que el camino sea largo y que muchas sean las mañanas por descubrir.
Gracias por seguir buscando.
¡Muchas gracias por compartir este viaje, Beatriz! Crecer y aprender son dos verbos que todo el mundo tiene la oportunidad de conjugar en cualquier momento de su vida. Y más, cuando es posible hacerlo en la primera persona del plural. ¡Abrazo!
Me ha encantado, Beatriz. Gracias
Qué bonito Bea. Gracias por compartirlo