Coaching, extraña palabra a oídos de muchas de las personas con las que nos cruzamos cada día. Y sin embargo, cuántas posibilidades se esconden detrás de esas 8 letras.
El Coaching, esa ¿disciplina?, ¿filosofía?, ¿metodología?, en fin, ese arte que nos permite apoyar a otras personas en el camino de hacer fácil lo que a priori les parece difícil.
En Crearte Coaching, creamos las condiciones necesarias para que nuestros clientes, nuestros alumnos, creen la vida que desean.
Y para ello, hay algo imprescindible. ¡Un objetivo! se responderán algunos. Efectivamente el objetivo no es solo importante, es necesario. Sin embargo, antes del objetivo es preciso que la persona que se acerca al coaching, tome conciencia ¿tomar conciencia? y esto qué es se preguntan muchos. Saber dónde estoy en estos momentos de mi vida, saber dónde quiero llegar, asumir mi responsabilidad en ese camino. Tomar conciencia es un ejercicio de valor, de coraje, de responsabilidad para con uno mismo.
Tomar conciencia es decidirte a ser el Creador de tu vida. Y ¿con qué cuenta el Coach para ayudar a su Coachee en esa responsabilización?
Hoy queremos compartir con vosotros la magia de las metáforas como generadoras de conciencia. ¿Y donde radica el poder de las metáforas? No en la encanto de la narración, sino en la interpretación de cada lector, de cada escuchador, .. Porque quien escucha una historia se convierte en protagonista de ese argumento único que vive en primera persona sobre la base de sus experiencias de vida y de sus expectativas.
Y es que las metáforas son relatos que dan directos a nuestro no consciente y nos permiten desarrollar una comprensión más profunda y sistémica de cuanto nos rodea, encontrar vías de solución a problemas que nos parecían irresolubles, y manejar los cambios de nuestra vida, creando nuestros sueños.
Os dejamos con una metáfora que creada a partir del proceso de elaboración del logotipo que representa a nuestra Escuela, Crearte Coaching, y que se ha materializado en ese colibrí que a base llamar tu atención, te ayuda cual soplador de brasas, a liberar el talento que se hallaba dormido en tu interior y a permitirte volar libre y alto. Y mañana continuamos con el objetivo.
Desplegar las alas para brillar
… Y un día cansado de ver pasar su propia vida sin ilusión, sin pasión, sin la alegría de antaño, se tumbó en una pradera junto a unos acantilados mientras contemplaba el cielo y escuchaba el sonido del mar.
En ese momento un bello pájaro surcaba ese azul infinito, brillante y luminoso.
Y se dijo a sí mismo – ¡qué maravilla ser un pájaro, surcar los cielos, elevar la vista para contemplar nuevos horizontes, divisar qué hay más allá, sentir el aire en la piel, hinchar los pulmones y llenarse de vida! –
Mientras andaba ensimismado en sus pensamientos, le sorprendió una furgoneta que paró a escasos metros de donde se encontraba. Se abrieron las puertas y un muchacho bajó, se dirigió a la puerta trasera y comenzó a bajar un montón de trastos.
En un primer momento, nuestro protagonista se sintió contrariado, alguien había llegado a romper la paz de sus ensoñaciones. Pero de pronto, se dio cuenta de que aquel chico tenía un parapente.
– Este muchacho va a volar. Hay que estar loco, si la naturaleza hubiese querido que voláramos nos hubiera dado alas – se dijo a si mismo.
Sin embargo, nuestro hombre permaneció allí, observando a aquel muchacho que continuaba ocupado en lo suyo, ajeno a lo que le rodeaba.
Pasado un tiempo, aquel muchacho que parecía saber muy bien lo que hacía, terminó de prepararlo todo, se colocó el parapente, abrochó y aseguró todas las correas, y tras algunas carreras de preparación en la pradera, se lanzó sobre al mar desde el acantilado.
Transcurrió una hora en la que nuestro protagonista continuó allí. Parado en aquella pradera, observando a aquel muchacho que surcaba los cielos.
Y de pronto, se levantó, tomó sus cosas, y con una sonrisa dibujada en su rostro, tomó el camino de regreso ensimismado en sus cavilaciones.
Y tú puedes elegir, si quieres seguir tumbado observando como otros despliegan sus alas para volar, o decirte a caminar, tomar carrerilla y abrir tus propias alas para compartir con el mundo todo aquello que habita dormido en tu interior.