No recuerdo en qué momento exacto empecé a sentirme una mujer agradecida. No hubo un antes y un después claro. Pero sé que hoy lo siento profundamente. Soy una mujer que agradece, que reconoce y honra la vida incluso en sus formas más simples.
A veces me descubro en el coche, dando las gracias en voz alta solo por haber encontrado una plaza de aparcamiento en pleno centro un día caótico. Otras veces, abro la ventana en un día gris y, de pronto, aparece un arcoíris inesperado atravesando el cielo, y lo único que nace de mí es un “gracias”.
Agradezco a la vida, al presente, al universo, a la naturaleza… o incluso a Dios. Al final, solo le ponemos diferentes nombres a un mismo lugar al que volvemos desde el corazón. Lo importante no es a quién le decimos gracias, sino desde dónde lo decimos.
Para mí, la gratitud no es solo reconocer algo bueno que sucede. Es un estado interno de armonía y conexión. Es una sonrisa suave naciendo en el pecho. Una flor que se abre hacia dentro. Un espacio donde hay descanso, presencia y paz con lo que soy y con lo que la vida me trae en cada momento.
Cada mañana agradezco simplemente poder abrir los ojos y tener la oportunidad de un nuevo día, lleno de cambios, aprendizajes y posibilidades. Y sí, hay días en los que me desconecto, como todos. Días en los que algo en mí se siente huérfano, desorientado o cansado. Pero siempre puedo volver. Una respiración profunda, una pausa consciente, y aparece de nuevo este lugar cálido. A veces tardo minutos, a veces días, dependiendo de cuánto ruido haya dejado entrar.
La gratitud es un regalo atemporal. No sé cuándo se instaló en mí, pero sí sé que se expandió hacia atrás, hacia adelante y hacia lo que está pasando ahora mismo. La siento en mi historia pasada, en mi presente como mujer, y también en lo que aún no ha llegado. Puedo mirar mi recorrido y decir gracias : a todo, incluso a lo que dolió.
Agradezco mis raíces, esas que en algún momento rechacé y hoy reconozco como parte esencial de quien soy.
Agradezco las amistades que me acompañaron y también las que me confrontaron, porque fueron maestras en mi camino de evolución.
Agradezco las relaciones que fueron espejo, invitándome a sanar heridas, a atravesar miedos, a crecer como mujer.
Agradezco cada decisión valiente que tomé con miedo en el cuerpo, porque fueron esas decisiones las que me rompieron y me hicieron renacer más auténtica.
Agradezco cada salto de fe, cada caída y cada ascenso. Lo honro desde un corazón compasivo y presente.
¿Cómo no estar agradecida?
Cada pieza de mi historia me trajo hasta aquí, a una vida más consciente, más plena y más verdadera.
Y también me ha vuelto más humana.
Más vulnerable.
Más real.
La gratitud me ayudó a recordar lo importante y lo valioso. Me enseñó que lo esencial siempre estuvo dentro, aunque durante mucho tiempo lo busqué fuera. Me ha ayudado a bajar de la mente rápida y automática, para vivir más desde un corazón que siente de verdad.
Ha sido gota a gota.
Pequeño gesto tras pequeño gesto.
Hasta que ese espacio interno empezó a hacerse grande.
Y, con el tiempo, se convirtió en un hogar.
Un lugar al que puedo volver siempre.
Vivimos en una sociedad que nos empuja a ir deprisa, a conseguir más, a compararnos, a desconectarnos de lo esencial. Y es precisamente ahí donde la gratitud se convierte en una brújula. Agradecer lo cotidiano nos devuelve al cuerpo, nos devuelve al ahora, nos recuerda que estamos vivos.
El arte está en agradecer esos detalles pequeños que solemos dar por hechos: el café de la mañana y su aroma abriendo el día; la escritura que me conecta con lo que siento y soy; la luz entrando por una ventana; una mano que sujeta la tuya; el simple misterio de respirar.
¿Qué pasaría si empezaras a agradecer incluso aquello que todavía no entiendes?
Quizá ahí aparezca la posibilidad de ver los pequeños milagros que pasan desapercibidos cuando vamos deprisa.
Y tal vez verlos sea ya una forma de volver a casa.
Cada uno puede elegir cómo agradecer y a qué.
La forma no es lo importante.
Lo importante es desde dónde.
Gracias por leerme.
Gracias por estar.
Gracias a la vida, por tanto.
Luisa Martínez Torres. Coach & Mentora de Liderazgo Con(m)pasión
Formación Crearte : Experto en Coaching Online 2022 – Iniciación en Inteligencia emocional y autorregulación emocional 2023
Crecimiento personal : Informada en Trauma y la Teoría Polivagal del Sistema Nervioso, Internal Family Sistem, Constelaciones familiares, Hakomi : Mindfulness en el cuerpo, Self compassion, Trabajo con la sombra, Niña interior.
Una frase representativa de su filosofía : Háztelo fácil para sostenerlo en el tiempo, y disfruta del camino.
Luisa
Cada vez más cerca del objetivo que todos deberíamos tener, sigue así.
Sigue sigue y sigue,…
Sin ser un cenizo,… no tengo claro si al final se llega a ningún sitio, aun así sigue, porque si que veo que es la única forma del “darse cuenta” de todo lo verdaderamente importante que tenemos a nuestro alrededor.
Puede parecer poco pero te animo que que sigas así, tan sencillo y fácil como eso seguir, toca seguir.
Mucho animo para no desistir
Un beso amiga.
Gracias belleza, Gracias por el sendero realizado juntas y lo compartido ese día , en un rincón de Asturias. Gracias por la luminosa mujer que conocí , éxito en lo que emprendes. Amistad desde Los Alpes a los Andes
De hecho se nota hasta cuando hablas. Eres un ejemplo de lo que dices. Y exactamente, en los tiempos que vivimos, agradecer es más necesario que nunca.
Gracias por este artículo
Maravilloso, Luisa.
Gracias
Muy inspirador.
Gracias, Luisa, muchas gracias!
Qué necesarias y nutritivas han sido tus palabras; qué precisas y, a la vez, amorosas.
Me he visto reflejada en ellas. Han sido como leer mi propio testimonio. Y es que, me voy dando cuenta, compartimos sendero.