Desde el punto de vista del autoconocimiento y la introspección, una persona puede descubrirse mejor a sí misma por medio de la identificación de los diferentes roles que adopta en la vida. Puede darse la circunstancia de que una persona adopte un comportamiento habitual que le condiciona de forma negativa y ni siquiera sea consciente de ello. Lo revelador del triángulo dramático de Karpman es que a través de su formulación favorece esta reflexión.

Siempre que existe un juego psicológico, esta situación se produce por la participación de los implicados. Es decir, pese al error de responsabilizar al otro de determinada situación, es importante profundizar en torno al comportamiento propio. Existen tres perfiles que forman parte del triángulo dramático de Karpman. Por medio de la participación de estos roles surgen juegos que se establecen y se mantienen en los vínculos con los demás.

El rol del salvador

El deseo de ayudar es el ingrediente que destaca a simple vista en quien asume este papel. Sin embargo, por medio de su propia disposición genera un vínculo de dependencia con la persona a la que ayuda. Ya que asume como una responsabilidad propia el hecho de salvar al otro. Incluso aunque no haya recibido esta petición de ayuda. Una persona que adopta este rol de manera frecuente puede terminar desbordada por la responsabilidad de tantas cuestiones. Pone sobre sí misma el peso de ser indispensable. En consecuencia, genera vínculos de necesidad que alimenta con su participación en el juego.

¿Por qué este tipo de ayuda no es eficaz? Porque más allá de la buena intención, el resultado de esta acción no es positiva para él, ni para la persona ayudada. No incrementa su empoderamiento sino su dependencia por medio de la sobreprotección. No se trata de una ayuda condicionada por el desinterés absoluto sino por el deseo de recibir afecto, por ejemplo. De hecho, el salvador también puede sentir frustración cuando siente que las personas de su entorno no le agradecen lo suficiente todo lo que hace por ellas.

El rol de víctima

Otro de los perfiles observables es el de aquel que se posiciona en una situación de inferioridad respecto a los demás. Demanda el apoyo de un salvador que se ocupe de solucionar aquello que siente que le desborda. Esta falta de confianza en uno mismo influye en la propia autoestima personal. Porque, además, la víctima se compara con los demás.

Cuando una persona se comporta de este modo no lidera su vida desde el horizonte de la libertad y su esencia como protagonista. Sino que se condiciona a sí misma con creencias limitantes que le mantienen en una posición de estancamiento, pero también de comodidad en cierto sentido (al evitar su propia responsabilidad). Para abandonar este rol es importante asumir la incomodidad que puede producir el hecho de salir fuera de la zona de confort. La sensación de indefensión acompaña a quien se encuentra en esta posición. Y se reafirma en esta postura a través del “no puedo hacerlo”.

La persona que repite el rol de víctima de manera habitual puede avanzar cuando toma conciencia de cómo le condiciona esta situación. Para ello, tendrá que marcarse nuevos objetivos. Metas para descubrirse a sí misma desde la perspectiva de todo aquello que puede hacer.

El rol del perseguidor

La mirada del perseguidor es la de quien juzga de manera negativa tanto el comportamiento del salvador como el de la víctima. Este rol también queda de manifiesto por medio de la energía negativa que acompaña al juicio constante y que afecta al estado de ánimo. Se lleva al plano personal las decisiones de los demás porque valora la realidad creyendo que las cosas deberían ser tal y como él supone. ¿Qué ingrediente puede ayudar a una persona que repite de forma frecuente el rol del perseguidor? La comprensión. Cada ser humano es diferente. Y, por tanto, cada historia también tiene muchas variables distintas.

El proceso de hacerse responsable implica que cada persona se dé cuenta de qué rol desempeña y de qué juego está alimentando atendiendo a las tres posiciones de este triángulo. Este hecho influye en el bienestar personal y en la calidad de los vínculos afectivos gracias a la mejora de la comunicación. Este contenido será desarrollado de manera profunda durante la próxima edición del curso de «Especialista en Inteligencia Emocional» previsto para el próximo día 28 de junio hasta el 7 de julio con una metodología propia de Crearte por medio del proceso “El despertar de la conciencia”.

Estos juegos pueden manifestarse en distintas esferas de la vida. En las relaciones de pareja, en los vínculos de familia, en las relaciones de amistad, y también, en la empresa. Por tanto, a través de la identificación de los distintos roles y de las consecuencias que producen estos juegos, es posible avanzar en la dirección de un cambio de reflexión consciente.

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Foto – Pexels

 

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