Amigos, Coachees e incluso algunos Coaches me preguntan frecuentemente si doy «soluciones» a mis Coachees en las sesiones de Coaching. Mi respuesta es invariable: NO. Un NO seguido de lo que yo considero la razón fundamental para no hacerlo y de un… «¿es que acaso alguien tiene soluciones para cualquier tema?» Creer que puedo dar soluciones a todos mis Coachees (porque para mí tampoco sería justo dárselas a unos y a otros no) sería poco menos que creerme Dios, y a mi entender bastante lejos de la divinidad me encuentro.
Hoy he estado en el parque con mi sobrino Jorge, de 5 años. Hoy me ha venido a la cabeza esta misma pregunta enunciada desde distintas fuentes y de pronto me he encontrado yo misma sonriéndome… «Voilá, aquí mismo está el ejemplo perfecto»…
¿Pero de qué estoy hablando?
En el parque al que he llevado a mi sobri hay un tren de madera. Los niños más mayores tienen la (según yo que sufro viéndolo) «mala» costumbre de subirse al techo del tren y tirarse, subirse y tirarse, una y otra vez, uuuuna y otra vez… Hoy mi sobrino Jorge como otras veces ha intentado subirse al techo de mil formas posibles e imaginables… Otros días le he regañado para que no lo hiciera: «Jorge eso no, bájate de ahí»… pero hoy… hoy me he dicho que ya tiene edad, me guste o no, para dar un paso más en su escalada y en su forma de diversión. Así que le he dejado hacer… manteniéndome a una distancia que he considerado «prudente»: la suficiente para que interactuase con otros chiquillos libremente y al mismo tiempo para estar con los brazos dispuestos para evitar un buen tortazo de un sólo salto. (Recordemos: sólo tiene 5 años). El caso es que el chiquillo ha empezado a encaramarse por los recovecos del tren y a poner sus bíceps, tríceps y sus abdominales al límite para empujarse… Lo ha intentado por la parte trasera del tren, luego por la delantera, luego por las ventanas del centro… Viendo que no lo conseguía me ha dicho: «¿una ayudita Tita Mari?»… Con su carita de niño bueno y precioso… con ese tonillo que me obnubila… Pero hoy… haciendo de tripas corazón he respondido: «no, si quieres subir lo harás tú sólo, Jorge, tú sólo». Mi sobrino es un buenazo y no ha dicho ni pío, sino que ha seguido otros 15 minutos por lo menos venga a encaramarse por este lado y por este otro… Ha sido muy simpático que ha visto a otro niño dando un salto desde una plataforma hasta el techo que el quería alcanzar… y se ha tumbado para medir con sus piernecillas la distancia del «gran salto» para terminar decidiendo que no, que esa no era una opción para él… Pero ahí se ha mantenido, sube y baja por aquí y por allá, uuuuna y otra vez, uuuuuna y otra vez… ¿Y qué ha pasado? Pues lo que seguramente esperáis: finalmente mi sobrino Jorge de 5 añazos ha encontrado la manera de subir ÉL SÓLO al techo del tren… «¡¡Mira Tita Mari lo conseguí!!»…. «¡¡Eso es, Jorge, TÚ SÓLO, lo has conseguido TÚ SÓLO!!»…
Teníais que haber visto su cara… Allí estaba mi sobrino Jorge en el tejado del tren, con una sonrisa inmensa, con los ojitos brillantes, diciéndole a todos los niños que lo había conseguido, moviéndose de izquierda a derecha del tejado… «¡lo conseguí, estoy en el techo, lo conseguí yo sólo!»… Y allí estaba su tía también… feliz de la autonomía del enano, disfrutando aún más cuando el pequeñajo se ha dedicado a bajar y subir uuuna y otra vez, uuuuna y otra vez… mejorando su técnica de escalada cada vez… Mi corazón encogido, temerosa de un posible tortazo (no lo voy a negar) pero al tiempo me he dicho… «este es el ejemplo perfecto… qué pena si le hubiera quitado la oportunidad de disfrutar este triunfo sólo por subirle yo».
Alguien me dijo alguna vez que hacer las cosas por otra persona es enviarle el mensaje de que no es capaz de hacerlas por sí misma. Tengo muchas razones para no dar soluciones en mis sesiones de Coaching. Entre otras cosas entonces no estaríamos hablando de Coaching. La de hoy es la razón fundamental y la he vivido junto a mi sobrino Jorge. 🙂
Y tú, ¿qué haces cuando vas al parque?
María del Mar Cañado Caparrós
Coach y Experta en Neurociencia