La formación continua en inteligencia emocional te permite profundizar en la experiencia del autoconocimiento. Una capacidad de introspección que puede ayudarte a conectar de forma más consciente con el mundo de las emociones. Existe un importante ejercicio de introspección que puedes cultivar: poner nombre a tus sentimientos y emociones te ayuda a clarificar cómo te sientes. En el blog de Crearte Coaching te damos siete buenas razones para poner nombre a tus emociones.

1. Una práctica esencial para responder desde la calma y la aceptación

Una emoción puede influir en la respuesta que adopta el sujeto ante una situación determinada. ¿Pero qué ocurre cuando alguien se siente desbordado por las sensaciones que vive en su interior? Experimenta cierto nivel de confusión, caos y desorientación que se reduce en el momento en el que identifica sus emociones. Es decir, les pone nombre y, en consecuencia, acota el contexto en el que se enmarcan.

2. Claridad: poner atención en los matices

La prisa y la rapidez también pueden trasladarse al plano del autoconocimiento a través de las respuestas superficiales y automáticas. Es decir, una persona puede aproximarse a aquello que siente a través de un término general que describe en parte cómo se encuentra a nivel interno. Sin embargo, poner nombre a las emociones supone profundizar en el autoconocimiento a través de los matices.

Implica incrementar el nivel de precisión en la descripción para nombrar la alegría, la tristeza, el enfado, la frustración, la rabia, el temor, la vulnerabilidad… La formación en inteligencia emocional, así como su práctica y desarrollo, proporciona la preparación necesaria para poner el acento en los detalles.

3. Atender el sentido positivo de la emoción

Todas las emociones que experimentas pueden ayudarte a conocerte mejor a ti mismo. Es decir, cada emoción posee una función positiva y un sentido. Aunque la tristeza, la rabia o el enfado no produzcan sensaciones agradables de forma inmediata, son respuestas que tienen espacio en la existencia humana. Poner nombre a una emoción implica darle espacio, acompañarla y atenderla. Es decir, puedes dialogar con una emoción para entender cuál es el mensaje que puede ofrecerte.

4. Resiliencia: nombrar las emociones es clave para avanzar

A veces, una persona repite procesos que están influenciados por el impacto de una misma emoción que se repite en contextos diferentes. La libertad interior amplía la perspectiva del mapa vital. En definitiva, el autodescubrimiento de las emociones y la huella que producen en la forma de vivenciar diferentes situaciones, eleva la resiliencia personal. Es una experiencia de introspección que es clave para avanzar más allá de la emoción en sí misma.

5. Abrazar a tu niño interior y a la persona que eres hoy

El contacto con tus emociones puede llevarte a experimentar un viaje apasionante. A veces, quedan heridas que perduran más allá del tiempo y vuelven a aflorar en el presente a partir de un hecho que, aparentemente, no tiene una relación directa con aquello que ocurrió en el ayer. Sin embargo, la esencia de una emoción también puede llevarte a experimentar el efecto terapéutico que produce abrazar a tu niño interior desde la persona que eres hoy.

6. Integrar la razón y la emoción en una misma dirección

Existen distintas esferas que están interconectadas. A veces puedes sentir que tus emociones están en contradicción con tus valores o aquello que consideras más adecuado cuando analizas una situación con la razón. Algunos procesos internos, aunque puedan resultar muy complejos, aportan un importante crecimiento personal. Nombrar una emoción puede ser clave para superar un bloqueo, tomar una decisión desde una perspectiva racional o aplicar la inteligencia emocional en la vida cotidiana.

7. Nombrar tus emociones es esencial para compartirlas con los demás

La introspección también conecta con el plano de la intimidad, el ser y la esfera única de cada persona. Desde esta perspectiva, puedes descubrir una parte de tu esencia. Y, desde tu libertad, tienes la posibilidad de compartir lo que sientes con los demás. De hecho, es un acto habitual en vínculos de amor o amistad. Pero el mundo emocional también está presente en empresas y negocios que cuidan de los trabajadores. Si quieres compartir una emoción con otra persona, previamente, es esencial que pongas nombre a eso que sientes.

La empatía y la asertividad pueden cultivarse en ambas direcciones. Piensa en ese momento en el que deseas sentirte escuchado y comprendido. Pues bien, no deposites todas tus expectativas en el interlocutor. Tú mismo puedes implicarte de forma consciente para crear condiciones propicias para intercambiar experiencias de forma sincera.

El próximo día 8 de noviembre va a comenzar una nueva edición del Curso de Especialista en Inteligencia Emocional en la Escuela Crearte Coaching. Contacta con nuestro equipo para reservar tu plaza en este programa que se va a desarrollar de forma presencial en Madrid. Un curso que proporciona información clave para aprender a identificar la emoción y ponerle nombre.

 

Otros enlaces de interés:

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