“Unos ciegos encontraron un elefante. El primero, cogiéndose a una pierna del mismo dijo, es como una columna. Es una cosa grande, rugosa y larga como una alfombra, dijo el segundo mientras le tocaba la oreja. No, es como un gran barril, decía otro tocándole la barriga. El último, cogiéndole la trompa gritó, no, yo tengo la verdad. Es un tubo recto y hueco. Cada uno razonaba según lo que tocaba”.
Estos ciegos no son muy distintos que muchos de nosotros, cuando no vemos con claridad la interacción entre los diferentes elementos involucrados en la gestión de nuestros equipos de trabajo (políticas, procedimientos, actores, recursos, objetivos, clientes, etc.).
Ser conscientes de todos estos elementos y de la interacción entre ellos, nos lleva a plantearnos un equipo de trabajo como un sistema.
¿Y qué es un sistema?
Todo equipo, ya hablemos de una empresa, de un área de negocio, de un club deportivo, centro educativo, etc. es un sistema entendido como un conjunto de elementos relacionados entre sí, que funcionan como un todo.
Etimológicamente la palabra sistema procede del latín systēma (identificado en español como unión de cosas de manera organizada). De acuerdo con el diccionario de filosofía de José Ferrater Mora, un sistema es un conjunto de elementos relacionados entre sí funcionalmente, de modo que cada elemento del sistema es función de algún otro elemento, no habiendo ningún elemento aislado.
Por tanto, un sistema no es una realidad estática sino cambiante, ya que en su interior surgen vínculos nuevos, cambian otros, se suman nuevos miembros y se despiden otros. Al ser una entidad tan viva, todos los miembros del sistema se ven obligados, en muchas ocasiones, a salir de su zona de confort e ir adaptándose a los cambios que se van operando, a veces buscados y muchas otras, no.
Al igual que en las relaciones personales operan una serie de normas no escritas pero sí vividas, en los sistemas y por tanto en los equipos de trabajo, también se dan una serie de principios o reglas que todo líder debería conocer para contribuir a crear equipos sanos y felices.
Se trata de los llamados órdenes o principios sistémicos, que actúan en los sistemas tanto si los conocemos como si no, y tanto si nos gustan como si no nos gustan.
Se ha constatado que cuando en un sistema se respetan estos principios, éste crece y evoluciona, disminuyendo los conflictos innecesarios y el gasto de energía inútil, lo que favorece tanto al sistema en su conjunto como a las partes que lo integran.
Es importante que conozcamos estos principios, pues gran parte de los conflictos y enredos que se dan en los equipos, están relacionados con el hecho de no respetarlos en los sistemas que acompañamos, ya sea como líderes o como coaches, consultores, etc.
Bert Hellinger, padre de las constelaciones familiares, junto a otros profesionales, investigadores y estudiosos del pensamiento sistémico, han identificado en el trabajo con sistemas, tanto familiares como profesionales, estos órdenes o principios a los que nos referimos.
¿Cuáles son estas reglas o principios?
Los tres primeros principios que explicamos a continuación, son aplicables a todo tipo de sistemas, tanto familiares como profesionales, mientras que los tres últimos aplican en sistemas de índole profesional.
- El principio de pertenencia nos recuerda que si un equipo hace el vacío a uno de sus miembros, sufre todo el sistema. Todas las personas que forman parte de un sistema sea familiar o empresarial tienen el mismo derecho a formar parte de él e interactuar con los demás. En el caso de las relaciones laborales, esta ley de pertenencia suele tener una duración temporal ya que se limita al tiempo específico que dura el contrato de trabajo. Por el contrario, los vínculos familiares son permanentes.
- El principio de antigüedad precisa que el personal más veterano en la empresa tiene prioridad sobre los que llegan después. Que esto sea lo ideal no significa que siempre sea lo que se produce en el entorno de trabajo como muestran las insatisfacciones que se producen cuando un trabajador lleva mucho tiempo esperando un ascenso que finalmente le es concedido a un profesional con menos tiempo de antigüedad en la plantilla.
- El principio de equilibrio bien puede quedar representado por el símbolo de una balanza en la que debe existir una armonía entre el dar y el tomar. De lo contrario, llega un momento en el que la parte que más ha estado aportando al sistema, se rompe. Esto ocurre con frecuencia en el ámbito laboral como muestra el caso de aquellos trabajadores que arrastran una gran insatisfacción interior porque ya no recuerdan cuándo fue el día en el que recibieron una valoración positiva por parte de su jefe o cuando los trabajadores hacen muchas horas extra sin que exista una compensación por ello. La ley del equilibrio también se rompe de otro modo cuando el líder de una organización hace muchas distinciones entre los miembros del equipo, cuando un jefe se atribuye méritos ajenos, o cuando las exigencias del puesto no son proporcionales al sueldo recibido, algo especialmente frecuente en un contexto de empleo precario.
- El principio de jerarquía o importancia de la dirección, hace referencia a la estructura organizativa de una empresa en la que existen distintos departamentos. Esta jerarquía muestra una estructura colaborativa en las organizaciones. Si un trabajador tiene una duda que necesita consultar, puede ponerse en contacto con su superior más directo en lugar de apelar al jefe de toda la organización. Esta estructura es más visual en una gran multinacional aunque también es clave en una pequeña empresa pero a menor escala. Desde este punto de vista, también se pueden producir conflictos importantes en el caso de aquellos trabajadores contratados que no asumen su rol de obedecer las órdenes del jefe, o bien, de esos jefes que no asumen su rol como jefes y pretenden ser colegas su las personas que estén por debajo de ellas.
- El principio de reconocimiento/contribución está directamente vinculado con la autoestima personal que aumenta en el momento en que recibe un reconocimiento adecuado a su nivel de contribución en la empresa, organización o equipo. En este contexto, pueden producirse grandes insatisfacciones a nivel personal ante la ausencia de caricias emocionales o de lo que cada uno puede entender como una compensación “justa” a su contribución.
- Y por último podemos hablar del principio de aceptación no solo es un requisito básico del desarrollo personal y de la felicidad en cualquier ámbito de la vida sino también, en el trabajo. Este principio nos recuerda, precisamente, que el mejor modo de posicionarnos en nuestra realidad laboral es comprender y aceptar cuál es la filosofía de la organización de la que formamos parte, cuáles son las normas que la rigen y de qué modo son las cosas. Rechazar lo que es, nos asegura la infelicidad e insatisfacción de la que nos queremos alejar.
El bienestar del equipo completo, como sistema, repercute de un modo positivo en el bienestar de todos los miembros que lo componen, suma autoestima a cada una de las partes. De igual manera, si uno de los miembros del equipo sufre, esto también afecta a todo el sistema. Por esta razón, en la medida en que cuidamos la relación con nosotros mismos, también mejoramos nuestros vínculos con los demás. Una buena premisa de la salud y felicidad de un equipo, es la búsqueda del bien común de la que con tanto acierto hablaron los filósofos griegos.
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En ocasiones es bastante difícil mantener el equilibrio de un equipo, se descompensa por uno y otro lado, como una frágil balsa en un mar revuelto.
Tener presente los principios básicos de funcionamiento de los equipos, nos ayudará a que la convivencia, la longevidad y el bienestar del mismo mejoren, y por ende el fin común de la organización se consiga, llegando con nuestra embarcación a la costa sanos y salvos, y con el botín a bordo.
¡Gracias por tu magnífico artículo, y por recordarme estás reglas imprescindibles, Beatriz!