Cada persona es totalmente única en todas las etapas de su vida. Cada ser humano personaliza incluso las circunstancias que le acompañan por medio de sus decisiones. Existe un ingrediente que es una semilla de bienestar universal, es decir, trasciende a la mirada individual: la alegría. Una alegría interior que es un estado de plenitud en el que el ser humano encuentra un abrigo existencial. La alegría es sinónimo de luz, calma e ilusión.

Una alegría que en el sentido pleno de la expresión no queda condicionada al cumplimiento de una visualización que refleja el espejo de todas las expectativas previas ya cumplidas. Una persona no solo es protagonista de su historia cuando vive la satisfacción por un acontecimiento feliz, sino también cuando abraza la realidad con el corazón desde la conexión plena con el presente. La visión de la vida que nace de la interpretación de una rutina que suma días que parecen idénticos en su esencia, nos hace quedar estancados en la apariencia.

Cómo alcanzar la alegría

Tan acostumbrados como estamos a medir el tiempo de manera cuantitativa en función de la perspectiva de los segundos, los minutos, los días y las horas, a veces, podemos llegar a actuar como si siempre existiese la certeza ilimitada de un mañana en el que acometer todo aquello que posponemos por miedo, por ignorancia, por pereza o por otras causas. La alegría es una manifestación del despertar de la conciencia. Una alegría que no solo es encuentro sino también búsqueda. Esa búsqueda que nace de la propia predisposición por parte de quien se encuentra inmerso en un proceso de transformación.

A su vez, la alegría parte de la base de la gratitud hacia el pasado. El camino que has recorrido en cada una de sus etapas conecta con el presente. Quien experimenta la lucha interior frecuente entre aquello que fue y aquello que pudo ser siente el desgaste de esta oposición con la realidad misma. En toda vivencia existe una experiencia y la posibilidad de un aprendizaje.

Cada vivencia es un regalo

El nivel de alegría aumenta cuando realmente experimentas este nivel de gratitud de manera habitual y no ocasional. Tomar la vida con alegría implica abrazar lo que es, sin quedar constantemente condicionado por la perspectiva de la comparación. Una comparación que puede ser amplia en matices. Además de la distancia entre la expectativa y la realidad, también es posible limitar la propia felicidad por comparar circunstancias personales con las de los demás. También es posible comparar, dentro de una misma historia, el presente con el pasado. ¿Eres consciente de que este instante nunca más volverá a repetirse?

Los beneficios de la gratitud y de la alegría son ilimitados. Pero, a veces, nos sentimos lejos de ese estado ideal. El aprendizaje está presente en la vida de un ser humano desde el principio de la existencia. Y continuamos aprendiendo en la etapa adulta. En el momento actual corremos el riesgo de medir nuestra felicidad en términos de resultados o de ocupación constante. Esta creencia produce consecuencias visibles. Por ejemplo, el estrés ante una inercia que a veces produce el efecto de la preocupación habitual.

¿Dónde está la alegría?

¿Cuántos instantes pasan desapercibidos por tener la visión puesta en aquello que todavía queda por hacer? La alegría reside en el ser, no en el tener o en la productividad constante. Así como el ser humano se distancia de su felicidad cuando pasa más tiempo en el pasado o en el futuro que en el presente, también ocurre lo mismo cuando se aleja de su esencia.

Cada persona puede planificar un proyecto de vida. Y la filosofía que guía este proyecto también alimenta la motivación en el descubrimiento de cada día. Una filosofía vital es tomar la vida con alegría. Este es uno de los objetivos de aprendizaje del curso de Crearte Coaching que hemos presentado en distintas etapas en los últimos artículos publicados en el blog. Esta formación como “Especialista en Inteligencia Emocional” conduce a un objetivo de felicidad: podemos agradecer la vivencia y asentir el instante. Incluso cuando la realidad rompe nuestras expectativas, el encuentro con la realidad nos aporta un aprendizaje. Un aprendizaje que puede ser clave para el alumno como punto de inflexión centrado en la libertad interior y la presencia consciente.

 

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