Uno de los problemas a los que nos enfrentamos las personas es al sufrimiento que nos produce identificarnos con nuestras emociones. De un modo inconsciente pensamos que somos lo que sentimos, y no nos damos cuenta de que no somos nuestras emociones, no somos lo que sentimos, las emociones solo pasan por nosotros, y no tenemos porqué quedarnos enganchados ni identificarnos con ellas.
Hay un proverbio chino que dice así: “no podemos evitar que los pájaros de la tristeza sobrevuelen nuestra cabeza, pero si que aniden en nuestro cabello”.
La pregunta es ¿cómo lo hacemos? ¿cómo gestionar de forma saludable emociones que como el miedo, la ansiedad, la tristeza, el enfado, etc. nos asaltan en el día a día, muchas veces con la fuerza de un tren a punto de descarrilar?
Conocer el proceso de gestión de nuestras emociones nos ayuda a desarrollar el observador que somos de lo que sentimos, de lo que pensamos y de lo que hacemos, y a conectar con quiénes somos realmente. Esto nos sirve para comenzar a des-identificarnos y a no confundir quiénes somos, con los contenidos de nuestra mente.
Cuando hablo de “proceso de gestión emocional” me refiero al ciclo natural por el que las emociones aparecen y desaparecen, de forma espontánea, cuando nos hallamos antes emociones saludables que pasan por nosotros sin que nos quedemos enganchados ni las reprimamos. Este ciclo comienza por ser conscientes de lo que sentimos para finalizar soltándolo.
Lo que sucede es que en muchas ocasiones interrumpimos este ciclo, bien reprimiendo lo que sentimos de forma inconsciente, para no tomar contacto con ello por miedo al dolor que tememos nos puede suponer, o bien quedándonos enganchados, rumiando y dando vueltas y más vueltas a lo que sentimos, generando incluso una dependencia a dichas emociones y convirtiéndonos en lo que sentimos.
En estos casos, conocer estas etapas nos ayuda a relativizar las experiencias y a ser más flexibles con nosotros mismos y con los demás. A pasar por un proceso de comprensión y de aprendizaje que nos permite conocernos mejor y crecer como personas más conscientes y completas. A darnos cuenta de que todo lo que ocurre, acaba pasando. Tanto lo que con nuestra limitada conciencia del bien y del mal, etiquetamos como positivo o agradable como lo que consideramos negativo o desagradable. Pues todo conlleva un aprendizaje.
¿Y cuáles son estas etapas?
Ser Conscientes
La primera etapa implica comenzar a desarrollar nuestro observador interno, incrementar nuestra presencia y atención plenas para ser más conscientes de nuestro mundo emocional.
Hacernos Responsable
Observar como lo que es fuera es dentro, como las situaciones que nos mueven internamente y lo que nos traen, solo son reflejos de nuestro mundo interior. Una experiencia que a una persona le provoca estrés, tristeza, enfado, o cualquier otra emoción que tildamos de desagradable, a otra persona no le provoca estas emociones o no con la misma intensidad. ¿Por qué sucede esto? la respuestas está en que las situaciones no son lo importante, la clave está en cómo nos relacionamos con esas situaciones, en cómo las vivimos.
Pasar a ser dueños y responsables de nuestras emociones, pensamientos y acciones, es por tanto la clave para una correcta gestión emocional, con independencia de lo que ocurra fuera de nosotros.
Identificar nuestras emociones
Descubrir qué son las emociones y sus diferentes dimensiones: cognitiva (lo que pienso), neurofisiológica (lo que siento) y comportamental (lo que hago). Cada emoción conlleva estas tres dimensiones, lo que implica que cada emoción lleva aparejado un tipo de pensamientos, de sensaciones y de comportamientos, diferentes a los del resto de emociones.
Familiarizarnos con los tipos y familias de emociones. Conocer y practicar herramientas de identificación emocional en nosotros mismos. Darnos cuenta de lo que cambia en nosotros mental, emocional y corporalmente, cuando habitamos las diferentes emociones. Poner nombre a lo que siento me ayudará a comprenderlo
Entender el mensaje que me trae la emoción
Comprender y abrazar el mensaje que cada emoción nos trae es vital para realizar un aprendizaje que nos permitirá acabar soltando esa emoción o mirándola de frente y descubrir qué información tiene para nosotros. Toda emoción esconde una necesidad, conlleva una intención positiva y trae un aprendizaje a nuestras vidas. Aprender a escuchar, explorar y comprender este mensaje es clave para una correcta regulación emocional.
Sentir la emoción
Hablamos de que una vez identificada la emoción y comprendido el aprendizaje que nos trae, para qué está aquí, aprendamos a interiorizar conscientemente esa experiencia en lugar de proyectarla al mundo y a los demás. Vivamos nuestro enfado, nuestro miedo, o lo que sea que necesitemos vivir, en lugar de bloquearlo o de escupirlo a los otros como hacemos en ocasiones. Estemos presentes y permitámonos sentir las emociones sin dejarnos arrastrar por ellas, ni pretender que no han ocurrido. Atrevernos a vivir la experiencia, sin censura ni juicio, nos permitirá fluir y no quedarnos atascados en el pasado ni viviendo un futuro que no ha llegado.
Dejar pasar la emoción
Aprendamos a responder desde la libertad, en lugar de reaccionar a lo que experimentamos emocionalmente. Activemos la compasión hacia nosotros mismos y permitamos que nuestras emociones reprimidas salgan a la superficie, viviendo una experiencia de liberación, de alivio y paz interior.
Todo ello nos ayudará a incrementar nuestra capacidad para SER emocionalmente inteligentes.
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